Azadonazo tras otro, lucha sin cuartel para arrancar la alfombra de costras, mutilar chocos, troncos y cortezas de dolores pasados, de ataques a mansalva, de batallas libradas entre trozos de carne y miembros latiendo, vida cuchepa .
Eliminar esas malezas perennes, se había convertido en la razón
de ser esa mañana, con un sol farsante, Rulfiano, esa misma amargura y desazón
se había apoderado de sus respiros mañaneros. A uña viva, desenterraba los terrones que sostenían las
raíces de la maleza, a ver si lograba despejar el paisaje frente a sus ojos.
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