lunes, 25 de junio de 2018


“Pienso que tras esto que ocurrió van a haber cambios. esto sirvió para remecer a las personas, que somos seres humanos, no somos máquinas y que tenemos una familia. Encuentro que es inhumano lo que hicieron con ella. Hacer salir a una mujer de su casa en la madrugada, sola, sin ni una protección. No sé, pagar una van, algo. A morir nomás. Es triste, pero la necesidad te hace aceptar cosas así”, coincide María Inés. (aparece en The Clinic, hoy)




Luego de leer este párrafo, y de haber estado toda la semana espantada por las imágenes de los dos ecuatorianos violentados, humillados, atacados, etc.(no diré tortura) se me vienen a la mente todas las veces en que en nuestros lugares de trabajo hemos sido tratados como la última hilacha de una frazada vieja, me acuerdo cuando a la una, dos de la mañana debía apagar computadores, luces, asegurarme de que todas las ventanas quedaran cerradas, poner la alarma, las llaves en la puerta y esperar que el chofer del taxi fuera una persona responsable y a su vez, que su jefe fuera también una buena persona responsable, que no lo hiciera trabajar tres turnos seguidos, y que a causa de esto se quedara dormido manejando y casi nos diéramos vuelta en el camino a mi casa, llamar por adelantado al taxi también significó una llamada de atención de parte de mi jefe puesto que salía más caro, ya que el conductor debía esperarme un rato extra si yo no estaba lista. Cuando le comenté al Gerente que casi ocurre un accidente, me dijo que debí hablar, contar la situación, Por qué, me pregunto, hay que esperar que alguien muera o se accidente, para comenzar a tomar medidas de seguridad con los trabajadores?.

Muchas veces recaen en nuestros hombros responsabilidades que aceptamos por no perder la pega, mientras no recuperemos la humanidad, y el respeto por el prójimo, seguirán ocurriendo estos tristes y espantosos hechos, seguiremos siendo pisoteados por alguien que sólo piensa en los trabajadores como un tornillo más del engranaje, y no como un humano más.

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